sábado, 9 de marzo de 2013

Las espectaculares propiedades de los ácidos grasos Omega 3


No todas las grasas son iguales. De hecho, mientras unas pueden provocar problemas de sobrepeso y diversas enfermedades cardiovasculares, otras los evitan. Nos referimos a los Omega-3, ácidos grasos con múltiples efectos beneficiosos para nuestro organismo; hasta el punto de que no deberían faltar nunca en nuestra dieta.

Fue una investigación realizada en Groenlandia, la que puso de manifiesto las virtudes de los ácidos grasos Omega-3. Científicos daneses observaron que los esquimales de aquella región del mundo presentaban una incidencia de muerte por problemas cardiovasculares ocho veces menor, que la de los esquimales que habían emigrado a Dinamarca. Hicieron comparaciones y hallaron que los primeros tenían en sangre altos niveles de Omega-3, debido a su elevado consumo de aceite de pescado y carne de animales marinos. Empezaría así a estudiarse seriamente la influencia positiva de los ácidos grasos Omega-3 en la prevención de la arteriosclerosis y otras dolencias coronarias. Al punto de que muchos expertos hablan ya de ellos como de un “medicamento potente y singular” para cuidar el corazón, la sangre, las articulaciones y hasta el cerebro.




La importancia de las grasas
Junto con las proteínas y los hidratos de carbono, las grasas o lípidos completan la triada de nutrientes más importantes para el organismo. Y su función es fundamental para la vida, ya que nos sirven como almacén de energía, nos protegen del frío, constituyen las membranas celulares, son responsables de la elasticidad de la piel y, además, intervienen en el normal desarrollo del sistema nervioso central, en la regulación de la presión sanguínea, en los mecanismos de defensa del sistema inmune, en las reacciones inflamatorias y en la acción de determinadas hormonas.

Las grasas están básicamente compuestas por ácidos grasos; es decir, moléculas constituidas por una unión de átomos de carbono, hidrógeno y oxígeno. Atendiendo al número de dobles enlaces que tienen, pueden ser saturadas (cuando no contienen ninguno, como la mantequilla) e insaturadas que, a su vez, se dividen en monoinsaturadas (cuando tienen un solo enlace doble, como el aceite de oliva) y poliinsaturadas (los que tienen dos o más dobles enlaces). Pues bien, a este último tipo es al que pertenecen, entre otros, los ácidos grasos esenciales Omega-3.

Se les llama esenciales porque nuestro organismo no los fabrica y, por tanto, debemos ingerirlos con la alimentación. Cabe añadir que el principal ácido graso Omega-3 es el alfalinolénico, así como sus metabolitos, el eicosapentaenoico (EPA) y el docosahexaenoico (DHA).

Una dosis de salud
Llegados a este punto hay que decir que los ácidos grasos poliinsaturados Omega-3 están poco presentes en la dieta occidental moderna y esa escasez es, en buena medida, la causa de múltiples dolencias. Porque, entre otras muchas cosas, reducen los niveles de triglicéridos y de colesterol en sangre y bajan la tensión elevada. Tal es la razón de que su consumo sea fundamental para aquellos individuos con mayor riesgo de contraer enfermedades cardiovasculares, sea por su condición genética (hipercolesterolemia familiar), nutricional (obesidad) o patológica (diabetes).

Uno de sus metabolitos, el ácido docosahexaenoico (DHA), está además directamente relacionado con la buena salud cerebral, así como con el desarrollo infantil. De hecho, durante la gestación, el feto recibe de la madre importantes cantidades de este ácido graso, especialmente en el último tercio del embarazo, etapa en la que se desarrollan el cerebro y los órganos visuales. Y si bien el requerimiento disminuye después del parto, sigue siendo importante durante la lactancia. De lo que se desprende que las mujeres embarazadas,los recién nacidos y los lactantes son quienes más precisan un consumo suficiente de los mismos.



Principales propiedades de los omega-3

- Reducen el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares, previenen la formación de trombos y coágulos sanguíneos y mejoran el tono vascular.

- Controlan el nivel en sangre del colesterol y los triglicéridos.

- Ayudan a reducir la presión sanguínea, sobre todo si se padece hipertensión. Eso reduce el riesgo de eventos cardíacos adversos.

- Regulan el ritmo cardíaco, evitando arritmias que pueden ser fatales.

- Son precursores de las prostaglandinas, que intervienen en la agregación plaquetaria, impidiendo las trombosis y la arteriosclerosis.

- Mantienen la flexibilidad de las membranas celulares.

- Favorecen el perfecto desarrollo del bebé antes y después del parto.

- Alivian del dolor y la rigidez en casos de artritis reumatoide o de gota.

- Tienden a disminuir la inflamación, un proceso que subyace en un amplio espectro de enfermedades como la artritis, el asma, la colitis, la psoriasis e, incluso, las enfermedades arteriales.

- Mejoran la dermatitis seborreica infantil.

- Protege a los fumadores de la enfermedad pulmonar obstructiva crónica.

- Disminuyen la probabilidad de recaída en la enfermedad de Crohn (inflamación crónica del tracto gastrointestinal).

- Favorecen la salud del sistema nervioso y fortalecen el sistema inmune.

- Estimulan la secreción de elementos químicos que influyen en la actividad eléctrica del corazón, tienen un efecto calmante en el cerebro, suben el ánimo y aumentan la concentración.


Fuentes naturales
- La carne de los animales marinos.
- Los pescados grasos o azules: sardina, boquerón, caballa, palometa, chicharro, atún, salmón, anchoa, anguila, arenque, etc.
- El aceite de pescado y de mamíferos marinos como focas o morsas.
- Mariscos como los mejillones, las ostras o los berberechos.
- Frutos secos: especialmente las nueces, avellanas y pipas de calabaza.
- Las semillas y aceites de soja, calabaza, cáñamo, lino y germen de trigo.
- Las espinacas, el repollo, la lechuga y el brécol.
- La leche materna es una buena fuente de Omega-3, aunque se ha demostrado que la cantidad de DHA (uno de sus ácidos constituyentes) decrece a partir del primer hijo.

Fuente: Instituto Biológico de la Salud



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